lunes, 25 de julio de 2011

El suicidio que más preocupa a Macri | Tiempo Argentino

El suicidio que más preocupa a Macri


Los allanamientos ordenados por el juez Ariel Lijo a las empresas macristas involucradas en la “campaña sucia” contra Daniel Filmus sirvieron, entre otras cosas, para recordarnos que por debajo del cotillón cromático y la globología pavota, la ciudad capital de todos los argentinos está en manos de un grupo temible, y no tanto por el sustrato ideológico que lo anima –se puede ser de derecha y decente–, sino por sus prácticas ilícitas que producen un “watergate” semanal con blindaje mediático garantizado.
El 47% de los porteños votó en primera vuelta a un señor que está judicialmente procesado por un caso de espionaje que haría enrojecer al propio Nixon. Es probable que esos electores no hayan tenido en cuenta el prontuario de Macri a la hora de enfrentarse con la urna. Eso no los convierte en cómplices de nada.
Quizá privilegiaron equilibrar el poder de Cristina, sin demasiadas vueltas. O ni siquiera recordaron el antecedente judicial. O les pareció que Filmus era un delegado gubernamental que ponía en cuestión la autonomía. Hay muchas razones, desde las más trascendentes hasta las más triviales, para explicar el comportamiento de los votantes.
Pero cualquier análisis serio debe partir de la base de que es inescindible el trato dado por Clarín y La Nación al escándalo Schoklender de la indigesta operación telefónica de Durán Barba, Rodríguez Larreta y Macri que asoció falsamente al padre de Filmus con el parricida que manejó las finanzas de Sueños Compartidos.
Este favor de los medios hegemónicos al oficialismo porteño funcionó, durante toda la campaña, como un inmenso manto que ocultó lo que pretendían que permaneciera ausente del debate público, habilitando sólo los temas que eran funcionales a la perpetuación del statu quo, porque en el caso del “antikirchnerista” Clarín, además, estamos hablando de un grupo empresario que tiene negocios con el macrismo, ahora mismo, en tiempo real, cobrándoles más caras las PC que distribuye el PRO –como consta en la denuncia de la legisladora de Nuevo Encuentro, Gabriela Cerruti–-, y recibiendo pauta publicitaria sin ningún tipo de control.
Para decirlo con todas las letras: aunque en ambos casos es discrecional y pasible de ser legislado, es mucho más transparente el sistema de distribución del Ejecutivo Nacional (al que puede accederse por Internet, al menos) que el del gobierno porteño, que es un verdadero agujero negro.
Fue Mauricio Macri quien vetó parcialmente una ley que regulaba el manejo de los fondos públicos en esta área, cuando podría haber hecho lo contrario para cumplir, si se quiere, con las formas republicanas. Pero no. Pueden preguntárselo a la Coalición Cívica y a Proyecto Sur, y no al Frente para la Victoria, si prefieren. E, incluso, a Laura Alonso, ex titular de Poder Ciudadano y actual diputada nacional del propio PRO, salvo que haya cambiado de opinión desde que pasó a ser política y no infatigable escudriñadora de una ONG.
También sería interesante que consulten, los cronistas de Clarín y La Nación, con la Asociación por los Derechos Civiles (ADC), sobre por qué tuvieron que judicializar los pedidos de los años 2009 y 2010 para acceder a algún dato sobre la ejecución de partidas. La opacidad, por supuesto, tiene una explicación.
Tiempo Argentino publica hoy una nueva investigación donde queda al desnudo el affaire más invisibilizado por los medios hegemónicos que protegen al jefe PRO, como prueba del vergonzoso blindaje mediático del que goza: el suicidio de Gregorio Centurión, su compañero de estudios en el Cardenal Newman, en SOCMA y en la Secretaría de Comunicación Social del gobierno porteño.
Un hombre que no resistió el oscuro y arbitrario manejo de fondos públicos, es decir, de todos los contribuyentes, por parte de los funcionarios macristas. Al que, incluso, después de muerto, le hicieron firmar partidas que beneficiaron a un grupo de empresas cautivas del aparato gubernamental capitalino. Sí, después de muerto. Un acto mafioso, denunciado por una legisladora de la Coalición Cívica, a la que hoy no se le permite acceder al expediente judicial por la extraña muerte de Centurión.
Son ocho páginas, en formato de suplemento especial, para guardar. Porque somos, de algún modo, custodios de la memoria. Llegamos al kiosco para decir lo que otros callan. Cumplimos.
Decíamos que Macri forjó una estructura de espionaje sobre opositores que la misma BBC comparó con el caso Murdoch, escándalo que le costó el puesto al portavoz del premier británico David Cameron y a la cúpula de Scotland Yard, por ahora. Y, sin embargo, el esposo de Juliana Awada fue tratado con mano de seda por sus escudos mediáticos, al punto que una visita suya a los tribunales de Comodoro Py en plena campaña no salió ni en los obituarios. Quedó en las hemerotecas para vergüenza del periodismo futuro.
Todo esto excede un acto electoral. Habla de una democracia renga, porque los diarios hegemónicos violan el derecho a la comunicación de toda la sociedad cuando eligen desinformar, manipular o distorsionar ciertos temas y no otros. El problema no es la derecha, en términos ideológicos, como creen algunos kirchneristas enojados con el voto porteño, a los que bien les sienta la queja perpetua, el testimonialismo y la resistencia cultural.
Estamos en presencia de una formidable maquinaria mediática que, por dinero y sólo por dinero, se erige en brazo de propaganda de un sector político al que eligen como propio, anulando, ignorando o estigmatizando a las otras voces existentes. Eso hiere el pluralismo y convierte a la nuestra en una democracia de baja intensidad, donde el voto calificado de las corporaciones vale doble.
Por eso, ustedes, nuestros lectores, se enteran de las razones que llevaron a la muerte a Gregorio Centurión recién ahora, después de un trabajo periodístico de cuatro meses de rigurosa pesquisa.
Quedan así expuestas prácticas corruptas del macrismo que sólo son posibles al amparo de la oscuridad. Pero, a la vez, toda esta historia esconde una microhistoria: la muerte de la empleada de Centurión, Lorena Salvatori, un mes después que la de su jefe. Tenía 24 años. Estaba en negro y nunca tuvo obra social. Es una víctima del fraude laboral. Sus familiares crearon un blog (corrupcióngcba.blogspot.com) para denunciar lo ocurrido.
Este número de Tiempo Argentino está dedicado a su memoria.

Nota de Tiempo Argentino del 24 de Julio de 2011.

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